“Instruye al niño en su camino; y aun cuando sea viejo, no se apartará de él” Proverbios 22:6
El regalo más grande que unos padres pueden dar a sus hijos es su ejemplo de amor y obediencia a Dios. Nuestros hijos necesitan ver los principios de santidad puestos en práctica cada día en nuestras palabras y decisiones, ya que los padres somos sus primeros maestros y consejeros espirituales que tienen en la vida.
Cada niño viene a este mundo con una mente moldeable. A medida que les enseñamos y ejemplificamos conductas y palabras de amor, se les ayuda a desarrollar un sistema de creencias inclinado hacia Dios. Es como un colador que filtra todo lo que entra a la mente. Un niño por el cual se haya orado y al que se le haya instruido en los caminos del Señor, es más propenso a ver el mundo desde una perspectiva bíblica. Pero el que ha sido programado por el mundo secular o por otra religión, verá la vida a través de un lente distorsionado.
La iglesia puede ayudar a los niños en el conocimiento y el amor al Señor. Sin embargo, son los padres quienes tienen la principal responsabilidad de invertir tiempo, paciencia, instrucción y amor, para que lleguen a ser hombres y mujeres temerosos de Dios.
Los padres deben proteger sus jóvenes mentes contra el ataque del mundo, hasta que sean capaces de enfrentar las pruebas. La educación de los niños se lleva a cabo en medio de las actividades cotidianas. Utiliza cada oportunidad que tengas para enseñarles acerca del Señor y su Palabra, y demostrarles lo que es vivir en santidad. En otras palabras, debemos ser la clase de creyente que esperamos que ellos lleguen a ser algún día.
Pr. Elías Nofuentes