SOMOS PRESAS DE MIL DEBILIDADES


En efecto, todo sumo sacerdote es alguien escogido entre los hombres para representar ante Dios a todos los demás, ofreciendo dones y sacrificios por los pecados. Puesto que también él es presa de mil debilidades, está en disposición de ser compasivo con los ignorantes y extraviados, y debe ofrecer sacrificios tanto por los pecados del pueblo como por los suyos propios. (Hebreos 5:1-3)
 
 
Un sacerdote debe tener un conocimiento real de sí mismo; debe ser totalmente consciente y haber aceptado su realidad espiritual y ésta, como no puede ser de otra manera, es usando las palabras del escritor de Hebreos, es que se trata de una persona presa de mil debilidades y tan vulnerable como el resto de la congregación a la que debe servir. Si el sacerdote no acepta su realidad espiritual de vulnerabilidad y pecado no podrá tener la capacidad de desarrollar la necesaria compasión que exige su oficio. Es por eso que los sacerdotes antes de ofrecer sacrificios por el pueblo debían hacerlo por ellos mismos. Esto tenía todo el sentido del mundo, primero te has de “arreglar” a ti mismo antes de estar en condiciones de arreglar a otros.
Dicen que la mejor defensa es buen ataque (es lo que trato de ilustrar con la fotografía) Hay muchos líderes que no aceptan sus debilidades y vulnerabilidades, les producen una contradicción insoportable y, consecuentemente, encuentran en atacar a otros sin piedad ni misericordia la forma de reducir su propia disonancia cognitiva, la tensión entre el ideal que sostienen y la realidad que viven. Si el otro es per que yo -razonan- entonces me siento mejor con mi propia inseguridad, pecado y vulnerabilidad. No han entendido que nuestra debilidad es nuestra fortaleza, que aceptar y llevar ante Dios mis “mil debilidades” es la manera de ser un agente de compasión y restauración para los que están a mi alrededor.
¿Será esta falta de aceptación de su vulnerabilidad espiritual lo que produce tanto justiciero enmascarado, inquisidor y legalista en nuestros círculos evangélicos?
Por Félix Ortiz, pastor de la IEB Bona Nova (Barcelona)

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