“Pero el fruto del Espíritu es: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre y dominio propio. Contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22)
Gran parte de nuestra vida puede resumirse en las decisiones que hemos tomado hasta el presente. Por eso es tan importante aprender a tomar decisiones sabias que nos lleven a la vida que Dios quiere para nosotros. Y la base para hacerlo es una convicción firme con respecto a la verdad de la Palabra de Dios, que nos mantendrá seguros en nuestras relaciones, situación económica, trabajo, iglesia y uso de nuestro tiempo.
El principio de siembra y cosecha debe guiar cada decisión que tomemos, porque al final cosecharemos el fruto de nuestra decisión. El apóstol Pablo contrastó dos maneras en que los cristianos pueden sembrar: para el Espíritu o para la carne.
En nuestro interior se libra una batalla entre los deseos del Espíritu Santo y los deseos de nuestra carne, esos pecados y tendencias que permanecen en nosotros incluso después de la salvación (Gálatas 5:17). Nuestra meta debe ser acabar con los deseos pecaminosos y egoístas que tenemos, para que podamos seguir al Espíritu que nos dirige de acuerdo con las Sagradas Escrituras.
Por tanto, cuanto más conozcamos y entendamos la Palabra de Dios, más podremos discernir la guía del Espíritu.
Para hacer esto práctico, recuerda que cada vez que repites en tu mente algún agravio que te hayan hecho, te quejes con respecto a tu situación, murmures sobre un amigo o satisfagas un deseo adictivo, estás sembrando para la carne y cosecharás más de lo mismo más tarde. Pero si dejas que el Espíritu te guíe y fortalezca, podrás perdonar a los demás, estar contento en toda situación, tener deseos santos y producir el fruto del Espíritu (vv. 22-23).
Elías Nofuentes