“Jesús le dijo: -Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá para siempre. ¿Crees esto?” (Juan 11:25-26)
Lee Juan 11:1-44
El último milagro que narra Juan en su evangelio es cuando Jesús levanta de la muerte a su amigo amado, Lázaro. Después de llevar cuatro días en el sepulcro, Jesús delante de toda una multitud, con toda autoridad, agradeciendo y glorificando al Padre, le ordena a Lázaro salir del sepulcro. La resurrección de Lázaro muestra que el evangelio trae a las personas de muerte a vida.
Ya las enfermedades y la muerte no tienen la última palabra. Aquellos que reconocemos a Jesús como nuestro Salvador, sabemos que la muerte física no es nuestro destino final. Que el mismo Jesús que trajo de la muerte a Lázaro nos resucitará y no temporalmente; sino que la vida que nos da no es nada menos que la indestructible vida eterna; concediéndonos la misma inmortalidad que Él mismo posee.
Jesús realizó este milagro, para la gloria de Dios, para Él mismo ser glorificado; pero también para que muchos se dieran cuenta de quién era realmente. Para que entendieran que Él era el Mesías esperado. Jesús estaba rodeado de una multitud desamparada, perdida, y muchos al ver lo que hizo creyeron. Hoy todavía hay una multitud desamparada, perdida porque no conocen a Jesús.
Como discípulos de Cristo, debemos proclamar el evangelio, el mundo necesita desesperadamente oír las buenas noticias que anuncia.
Elvira Jardines