Habló Jesús, y levantando los ojos al cielo, dijo: Padre, la hora ha llegado. Juan 17.1
Juan 17 es uno de los capítulos más profundos de la Biblia. Se han escrito libros enteros para exponerlo. ¿Qué podemos lograr en apenas 350 palabras? Después de orar por sí mismo, pidiendo ser glorificado en la cruz, Jesús ora por los suyos.
En primer término, ora por la verdad de la Iglesia, y literalmente pide que el Padre guarde a los suyos en su nombre (‘en tu nombre’, v. 12). Jesús ruega que los que le pertenecen sean fieles a la revelación que él les ha dado.
En segundo término, ora por la santidad de la Iglesia. No pide que sean aislados del mundo, sino que, permaneciendo en él, sean protegidos del mal (v. 15).
En tercer término, Jesús ora por la misión de la Iglesia. ‘Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo’ (v. 18). Concretamente, pide que su misión sea el modelo de la nuestra. Porque, así como él entró al mundo, debemos nosotros entrar en los mundos de los demás. La misión auténtica es una misión de encarnación.
En cuarto término, Jesús ora por la unidad de la Iglesia, y esta unidad tiene dos aspectos. (1) Unidad con los apóstoles. ‘Mas no ruego solamente por estos [los apóstoles], sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos, para que todos sean uno’ (vv. 20–21, énfasis agregado). ‘Todos’ debe referirse a la combinación de ‘éstos’ (los apóstoles) y aquellos que han de creer a través de ellos. Se trata de una súplica para que haya continuidad histórica entre los apóstoles y la Iglesia post apostólica, que la Iglesia en cada época sea una Iglesia auténticamente apostólica, leal a la enseñanza del Nuevo Testamento. (2) Es también la unidad con el Padre y con el Hijo (v. 21).
Esta es, entonces, la doble unidad por la que oró Jesús. Es unidad con los apóstoles (una verdad en común) y unidad con el Padre y con el Hijo (una vida en común). Las estructuras de la Iglesia son importantes, pero más importante aún es la unidad en torno a la verdad y a la vida.
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