“Por nada estéis afanosos; más bien, presentad vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestras mentes en Cristo Jesús”
(Filipenses 4:6)
Hoy en día existen verdaderos campos de batallas en nuestra sociedad. Hay luchas en los lugares de trabajo, hay luchas en las familias, hay luchas dentro de cada ser humano. Por eso podemos hablar de paz con uno mismo, paz de unos con otros, paz universal.
Hoy me gustaría reflexionar justamente sobre la paz interior, la paz dentro de nosotros mismos. ¿A quién no le gustaría vivir en un mundo de paz? Vivir sin conflictos; promover la paz siempre es algo que anhelamos. Sin embargo, para eso tendremos que comenzar por lo esencial, tener paz interior porque no podemos dar lo que no tenemos. La contribución mayor que podemos dar a la paz mundial es la paz que se genera en nosotros mismos, la paz que tenemos y la que manifestamos con aquellos que nos rodean.
Hablar de la paz interior nos resulta familiar porque está bastante de moda este tema. Hay diferentes filosofías y métodos de auto ayuda encaminados a conseguir la paz interior. Sin duda, en nuestro mundo moderno, hay una necesidad tremenda de encontrar paz, debido a que vivimos en un mundo lleno de conflictos. Y por supuesto que buscar soluciones es algo positivo y necesario.
Sin embargo, para encontrar esta paz hace falta algo más que aprender a relajarse y hacer ejercicios de respiración, que son muy buenos y ayudan a tener una mejor salud y calidad de vida, pero que no son suficientes para resolver el conflicto interno en el que vivimos. La única forma de encontrar solución a este problema es yendo a la fuente de donde emana la paz.
Estarán de acuerdo conmigo que la vida es complicada, para unos más, para otros menos. La gente tiene problemas financieros, enfermedades largas y dolorosas, conflictos familiares; con el cónyuge, con los hijos, con los padres. Por otra parte, hay personas que no tienen problemas de finanzas, ni de enfermedad, ni familiares; sin embargo, todavía se sienten inestables, solos, vacíos, tristes, rotos.
En mi experiencia puedo decirte que solamente comienzas a experimentar paz, cuando restauras la paz con Dios, tu Creador. Dios mismo ha preparado el camino para restablecer la paz con él. Jesús, su hijo, es el restaurador de la paz. Cristo es el dador de la paz, principalmente porque él vino a liberarnos. Y la libertad produce paz. Cuando nos liberamos de nuestros miedos, nuestras ansiedades, nuestras frustraciones, nuestros prejuicios, nuestros rencores, nuestros celos, nuestras envidias, nuestro orgullo y de otras tantas cosas que corroen nuestro corazón, sentimos paz interior y solo podemos experimentarla en conexión con Jesús. Porque es Jesús quien trae libertad de todas estas cosas que nos oprimen y que causan una batalla constante en nuestro interior. Este estado de lucha interior afecta todo nuestro entorno, porque como dijimos antes, no podemos dar lo que no tenemos; si vivimos en conflicto con nosotros mismos también viviremos en conflicto con los que nos rodean.
REFLEXIÓN:
– ¿Has recapacitado sobre tu necesidad de paz? ¿Dónde la estás buscando?
– ¿Cómo afectan tus momentos de estrés, de tensión, de disgusto o de enfrentamientos, competitividad y orgullo a la gente más cercana a ti?
Elvira Jardines