Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. 4 De la manera que en un cuerpo tenemos muchos miembros, pero no todos los miembros tienen la misma función, 5 así nosotros, siendo muchos, somos un cuerpo en Cristo, y todos miembros los unos de los otros.
6 Tenemos, pues, diferentes dones, según la gracia que nos es dada: el que tiene el don de profecía, úselo conforme a la medida de la fe; 7 el de servicio, en servir; el que enseña, en la enseñanza; 8 el que exhorta, en la exhortación; el que reparte, con generosidad; el que preside, con solicitud; el que hace misericordia, con alegría.
9 El amor sea sin fingimiento. Aborreced lo malo y seguid lo bueno. 10 Amaos los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndoos los unos a los otros. 11 En lo que requiere diligencia, no perezosos; fervientes en espíritu, sirviendo al Señor.
Romanos 12:3-11
Todo había vuelto a estar en silencio, tan sólo se oía el sonido de las máquinas que la mantenían con vida, había terminado la visita y su familia había partido. Ahora Elena estaba sola en aquella tranquila habitación de hospital, y se sentía como el lugar más solitario del mundo. La noche había caído, todas sus inquietudes y miedos habían regresado de golpe, se sentía desesperada debido a la soledad de su habitación, después de todo tan sólo era una chica de 14 años.
En ese momento recordó su fe y cerró los ojos, empezó a conversar con Dios: “Jesús, sé que contigo en verdad no estoy sola, siempre estás a mi lado, por favor, por favor, dale paz y calma a mi corazón, quiero tu paz, haz que sienta tus brazos amorosos sosteniéndome para no caer”.
Al orar, Elena sentía como poco a poco sus miedos empezaban a desvanecerse. Cuando terminó de orar, alzó sus ojos, y se encontró con la dulce sonrisa de su amiga Sofía, quien extendió sus brazos para rodearla con un gran abrazo. En ese abrazo, Elena sintió como si Jesús mismo la estuviese sosteniendo con dulzura y una fuerza reconfortante.
Muy frecuentemente, el Señor utiliza a otros creyentes para mostrarnos su amor, tal como lo expresa el apóstol Pablo en Romanos 12:5-6: “Así nosotros, siendo muchos, somos un solo cuerpo en Cristo…tenemos dones que varían según la gracia que nos ha sido concedida…úsese conforme a la medida de la fe”. Mostramos nuestro amor a Dios cuando amamos a su familia.
- Al mostrar nuestro amor de formas sencillas y prácticas, cumplimos con el plan de Dios.
- Nunca estás solo(a), Jesús está a tu lado.
«Amándose los unos a los otros con amor fraternal; en cuanto a honra, prefiriéndose los unos a los otros.» (Romanos 12:10)
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