25 días con un mismo Espíritu
Números 19
«Todo lo que el impuro toque quedará impuro, y quien lo toque a él, también quedará impuro.» (Núm. 19:22 NVI)
Este capítulo 19 del libro de Números nos relata unas reglas de purificación frente a la inmundicia. En estos días y semanas estamos asistiendo a una situación delicada en cuanto a la salud pública, el coronavirus está contaminando a cada vez mayor número de personas que a su vez son vehículos de contagio hasta que se hayan curado totalmente y haya desaparecido de su cuerpo.
En este pasaje bíblico vemos cómo la impureza se transmite de una persona a otra y contamina todo lo que toca, contamina hasta el tabernáculo de Jehová, y se dan unas normas para poder limpiarse y purificarse.
Lo mismo está ocurriendo hoy a nivel mundial, uno se infecta y contagia a todos y a todo lo que toca.
¿Y a nivel espiritual? ¿Qué ocurre?
Si cometo pecado, puedo llegar a contaminar a los que conviven conmigo, puedo contaminar a mi familia, a mi iglesia. Indirectamente sin que por ello la Iglesia sufra los mismos síntomas. Sí, se ve perjudicada por mis actitudes que llevan a la ralentización del trabajo, ya que el pecado es un freno a la actividad del Espíritu Santo. Donde el pecado se infiltra la extensión del Reino se ve afectada, la Gloria de Dios se ve reducida para no decir eclipsada si la contaminación no se paraliza.
Igualmente hoy, vemos que la vida de todos los ciudadanos se ve afectada y los estados están sufriendo graves daños de funcionalidad por la propagación del virus.
Para frenar nuestra cadena de contaminación espiritual debemos eliminar las malas actitudes de nuestras vidas, debo arrepentirme para parar el contagio y sus consecuencias en la vida de mi comunidad. Si no lo hago, el pecado permanecerá sobre mí, peligrará mi alrededor y todos sufriremos las consecuencias.
Debo vigilar mis pasos, limpiarme cada día (no sólo con agua y jabón), sino con el poder del perdón de Dios sobre mi vida, sigamos haciendo un balance diario de nuestros pensamientos y actitudes y sigamos las instrucciones de nuestro gran Jefe de protocolo recogidas en su gran decreto “La Biblia” y con nuestro esfuerzo común llegaremos a participar todos del cumplimiento de su misión.
Genoveva Alberola