DÍA 11: CUANDO LA TRISTEZA TE HACE BIEN


Jesús, nombre sobre todo nombre

En tiempos de tristeza… Su nombre trae gozo

La tristeza es un sentimiento de dolor anímico que se produce como consecuencia de un suceso desfavorable. Es una de las emociones básicas del ser humano (alegría, sorpresa, tristeza, asco, miedo, desprecio e ira) por lo que, son fundamentales para nuestra alma.

Como el resto de las emociones nos ayuda a tomar decisiones, que nos permiten ajustarnos a la realidad, en el caso de la tristeza, cuando no es agradable para nosotros.

Evidentemente no nos gusta estar tristes ya que la tristeza nos produce falta de apetito, llanto, desmotivación, decaimiento…; pero tenemos que entender que es parte del diseño de Dios y por lo tanto TODAS las emociones, incluida la tristeza, como todo lo creado por Él, es “buena en gran manera” Gén. 1.31.

La tristeza es dolorosa y este dolor nos impulsa a afrontar las diversas situaciones ya que la tristeza, nos produce llanto y, al llorar, se libera adrenalina y noradreanlina que nos da una sensación de desahogo y tranquilidad, lo que nos proporciona la base para la toma de las decisiones.

El psicólogo Joe Forgas concluyó a través de tests “que aquellas personas que están tristes tienen una mayor recepción y retención de lo que ocurre a su alrededor, mejorando así su memoria”. La tristeza nos sirve para concentrarnos, tomar conciencia de nosotros mismos y nuestras situaciones, analizarlas y afrontarlas.

Un claro ejemplo de ello lo encontramos en Jesús cuando, en el huerto de los olivos, se prepara para afrontar la cruz

 Tomó consigo a Pedro y a los dos hijos de Zebedeo, y comenzó a entristecerse y angustiarse. Entonces les dijo: —Mi alma está muy triste, hasta la muerte. Quedaos aquí y velad conmigo. Mateo 26.37 – 38 (RVA)

Vemos a Jesús, que, ante la cruz, comenzó a entristecerse de tal manera que se llenó de tristeza. Los apóstoles, aunque en mucha menor medida, también estaban tristes. Tanto a Jesús como a los discípulos, esta tristeza, les produce reacciones físicas.

Pero, como estaba angustiado, se puso a orar con más fervor, y su sudor era como gotas de sangre que caían a tierra. Cuando terminó de orar y volvió a los discípulos, los encontró dormidos, agotados por la tristeza. Lucas 22.44 – 45 (NVI)

La manera de afrontarla fue diferente; Jesús “se puso a orar con más fervor” y, a pesar de sudar sangre, descargó la tensión que la inmensa angustia le produjo. Los apóstoles “agotados por la tristeza” se abandonaron al abatimiento y se quedaron dormidos.  En ambos casos las respuestas a la tristeza condicionaron la manera de afrontar los acontecimientos que se originaron momentos después. Jesús puso en oración la tremenda angustia que le produjo la tristeza y esto le permitió afrontar la cruz con una serenidad admirable; los apóstoles no hicieron caso de las indicaciones de Jesús y vivieron días terribles.

La tristeza es buena porque nos lleva afrontar las adversidades, pero lo hace en la medida en que seamos capaces de reaccionar de la manera adecuada. Si la afrontamos en oración, la angustia de la cruz se transforma en el gozo de la resurrección. En tiempos de tristeza… Su nombre trae gozo.

Antonio Calero

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