Lectura: Proverbios 26:1-28
“Nunca respondas al necio según su insensatez, para que no seas tú también como él. Responde al necio según su insensatez, para que no se estime sabio en su propia opinión” (Prov.26:4-5).
Este proverbio ha hecho dudar a muchos que piensan que existe una contradicción. Al inicio del proverbio dice: “Nunca respondas al necio…”. No obstante, luego dice: “Responde al necio…” El equilibrio en esos proverbios está en no contestar como lo haría el necio. Muchos responden un insulto con otro, o no son amables y sobre todo no son sabios; debemos pensar antes de dar una respuesta, porque de ello depende si nuestras acciones son comparables y se encuentran en el mismo plano de quien ofende.
Responder al necio, implica no quedarse callado. Debemos responder con tranquilidad, amabilidad y sabiduría, esperando en el Señor. Ello le mostrará al ofensor que está equivocado y tal vez le motive a cambiar su manera de pensar y actuar.
Mi problema es que suelo enfrentarme con mi propia necedad. A veces, escribo un comentario sarcástico o contesto del mismo modo inadecuado en el que otros lo hacen. Dios detesta que trate irrespetuosamente a seres humanos como yo, aun cuando también sean necios.
El Señor a quien servimos nos ofrece una amplia gama de libertades; por eso, podemos elegir qué decir, cuándo y cómo hacerlo. Además, siempre debemos pedirle que nos dé sabiduría.
- En muchas ocasiones nos enfrentamos con nuestra propia necedad. A veces, escribimos un comentario sarcástico u ofensivo o contestamos del mismo modo. El Señor nos aconseja lo contrario: “La suave respuesta quita la ira, pero la palabra áspera aumenta el furor” (Prov.15:1).
- Pidamos sabiduría al Señor para poder saber qué decir, cuándo y cómo hacerlo.
“Responde al necio según su insensatez, para que no se estime sabio en su propia opinión” (Prov.26:5)
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