ATENCIÓN ESPECIAL


También dijo: «Un hombre tenía dos hijos, 12 y el menor de ellos dijo a su padre: “Padre, dame la parte de los bienes que me corresponde.” Y les repartió los bienes. 13 No muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor se fue lejos a una provincia apartada, y allí desperdició sus bienes viviendo perdidamente. 14 Cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia y comenzó él a pasar necesidad. 15 Entonces fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual lo envió a su hacienda para que apacentara cerdos. 16 Deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. 17 Volviendo en sí, dijo: “¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! 18 Me levantaré e iré a mi padre, y le diré: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. 19 Ya no soy digno de ser llamado tu hijo; hazme como a uno de tus jornaleros.’” 20 Entonces se levantó y fue a su padre. Cuando aún estaba lejos, lo vio su padre y fue movido a misericordia, y corrió y se echó sobre su cuello y lo besó. 21 El hijo le dijo: “Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, y ya no soy digno de ser llamado tu hijo.” 22 Pero el padre dijo a sus siervos: “Sacad el mejor vestido y vestidle; y poned un anillo en su dedo y calzado en sus pies. 23 Traed el becerro gordo y matadlo, y comamos y hagamos fiesta, 24 porque éste, mi hijo, muerto era y ha revivido; se había perdido y es hallado.” Y comenzaron a regocijarse.

25 »El hijo mayor estaba en el campo. Al regresar, cerca ya de la casa, oyó la música y las danzas; 26 y llamando a uno de los criados le preguntó qué era aquello. 27 El criado le dijo: “Tu hermano ha regresado y tu padre ha hecho matar el becerro gordo por haberlo recibido bueno y sano.” 28 Entonces se enojó y no quería entrar. Salió por tanto su padre, y le rogaba que entrara. 29 Pero él, respondiendo, dijo al padre: “Tantos años hace que te sirvo, no habiéndote desobedecido jamás, y nunca me has dado ni un cabrito para gozarme con mis amigos. 30 Pero cuando vino este hijo tuyo, que ha consumido tus bienes con rameras, has hecho matar para él el becerro gordo.” 31 Él entonces le dijo: “Hijo, tú siempre estás conmigo y todas mis cosas son tuyas. 32 Pero era necesario hacer fiesta y regocijarnos, porque este tu hermano estaba muerto y ha revivido; se había perdido y ha sido hallado.”»

Lucas 15:11-32

Un sociólogo estaba haciendo una investigación sobre las dificultades que enfrentan los niños al criarse en una familia grande.  Para ello se dio a la tarea de buscar familias numerosas.  En una de las entrevistas habló con una madre que había dado a luz a 13 pequeñines.  Luego de las preguntas de rigor contenidas en su estudio, le realizó la siguiente pregunta: “¿Cree usted que todos los hijos merecen el amor y la atención especial de una madre?”  Ella contestó: “Sin lugar a dudas, por supuesto”.

Inmediatamente el investigador le dirigió la siguiente pregunta, esperando hacerla caer en una contradicción: “Entonces, ¿a cuál de sus hijos quiere más?”  Sin pensarlo dos veces contestó: “Al que está enfermo hasta que sane, al que está lejos hasta que regrese a casa.”

La respuesta de esta madre, nos hace recordar la historia que encontramos en nuestra lectura devocional.  Aquel pastor de ovejas que dejó las 99, para ir en busca de la que se había perdido (Lucas 15:4), la mujer que perdió la moneda (Lucas 15:8), el padre que hizo fiesta luego de que su hijo muy amado regresó a casa (Lucas 15:22-24).

Los líderes religiosos de su época, odiaban la forma en la cual Jesús prestaba especial atención a las personas que ellos consideraban pecadores.  Él contaba este tipo de historia con el fin de que el público presente, reflexionara sobre el amor que Dios tenía para con quienes la mayoría consideraban completamente perdidos debido al pecado.

Sabemos que Dios tiene amor de sobra para todos, tanto para los que según nuestro criterio  consideramos que están bien, para quienes no están tan perdidos, o incluso para aquellos que consideramos no merecedores del cuidado especial de Dios (Lucas 15:31).

  1. Dios mío, perdónanos por sentirnos enojados cuando derramas tú amor sobre todos los pecadores. Ayúdanos a entender que nosotros también estuvimos en el mismo lugar de esos pecadores sin esperanza, y que es gracias a tu amor que ahora estamos vivos.
  2. El Señor nos amó tanto que dio su vida por ti, por mí, y por tu enemigo, no lo olvides.

«Y al llegar a casa reúne a sus amigos y vecinos, y les dice: “Gozaos conmigo, porque he encontrado mi oveja que se había perdido.» (Lucas 15:6).

Mi devocional

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