Jehová había dicho a Abram: «Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. 2 Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición. 3 Bendeciré a los que te bendigan, y a los que te maldigan maldeciré; y serán benditas en ti todas las familias de la tierra.»
4 Se fue Abram, como Jehová le dijo, y con él marchó Lot. Tenía Abram setenta y cinco años de edad cuando salió de Harán. 5 Tomó, pues, Abram a Sarai, su mujer, y a Lot, hijo de su hermano, y todos los bienes que habían ganado y las personas que habían adquirido en Harán, y salieron para ir a tierra de Canaán.
Llegaron a Canaán, 6 y pasó Abram por aquella tierra hasta el lugar de Siquem, donde está la encina de More. El cananeo vivía entonces en la tierra. 7 Y se apareció Jehová a Abram, y le dijo: «A tu descendencia daré esta tierra.» Y edificó allí un altar a Jehová, quien se le había aparecido. 8 De allí pasó a un monte al oriente de Bet-el, y plantó su tienda entre Bet-el al occidente y Hai al oriente; edificó en ese lugar un altar a Jehová, e invocó el nombre de Jehová. 9 Luego Abram partió de allí, avanzando poco a poco hacia el Neguev.
Génesis 12:1-9
¿Inhibición o estímulo? ¿Qué prefieres? Es fácil caer en el desaliento y la inhibición cuando ponemos toda nuestra atención en las montañas que nos rodean o en las dificultades que debemos afrontar.
Mi familia y yo tomamos la decisión de emigrar por un período de tiempo. Cuando empezamos a hablar de ello, a enumerar pros y contras, sin duda había algún pro y un gran número de contras. Todo ello dejó de tener valor cuando recordamos el motivo: “Dios tiene algo para nosotros allí”. Sin duda si queremos encontrar excusas para avanzar, motivos para huir o razones para abandonar tan solo tenemos que dar rienda suelta a nuestra mente. Es impresionante como nuestros miedos e inseguridades pueden en décimas de segundo poner nuestra mente a mil por hora. Pero no es menos impresionante la paz que recibimos cuando, dejando a un lado nuestros miedos, reenfocamos nuestra mirada y la dimensionamos a la medida de Dios. “No le digas a tu Dios cuán grandes son tus dificultades sino dile a tus dificultades cuán grande es tu Dios” leí una vez. Para hacer corta la historia tras tres años allí y a pesar de múltiples dificultades tan solo podemos pensar en que Dios nos bendijo grandemente en múltiples y diversas ocasiones. Y, lo que es más importante, que no hubiéramos vivido nada de ello si hubiésemos dejado a nuestros miedos inhibir cada uno de los pasos.
Una primera lectura de este pasaje nos puede dar la impresión de que Abram le resultó fácil hacer lo que Dios le había llamado a hacer. Él tuvo que dejar su confort, seguridad y bienestar en pro de la promesa de un bien mayor. Y no solo tuvo que encontrar el valor de dejar atrás su tierra, su hogar y a sus familiares sino además para recorrer un larguísimo camino con grandes montañas. Siempre me he preguntado si en medio del camino, tras subir y bajar montaña tras montaña, no habría tenido la tentación de tirar la toalla, decir basta y volver a casa. Sin duda, si hubiese tirado la toalla no habría disfrutado de la multitud de bendiciones que estaban por llegar.
¿Cuáles son algunos de tus más grandes temores?
¿Cómo piensas que estos puedan paralizarte?
¿Cómo puedo avanzar a pesar de ellos?
Josué Calero