Llénenme de alegría viviendo todos en armonía, unidos por un mismo amor, por un mismo espíritu y por un mismo propósito. Filipenses 2:2 DHH
Algo extraño había pasado con la iglesia en Corinto: era rica en conocimiento y en dones espirituales, pero sus miembros, progresivamente, se habían alejado unos de otros en un triste proceso de división que dio lugar a cuatro grupos alrededor de cuatro líderes (1 Corintios 1: 4-17).
Al escribir, años más tarde, a los creyentes de otra iglesia, Pablo habló de la necesidad de guardar la unidad del Espíritu por el vínculo de la paz, pero en Corinto la unidad se había roto, y ya no podía haber paz. En vez de un solo Señor, había cuatro “señores”; en vez de un solo cuerpo, había cuatro pequeños “cuerpos” (Efesios 4: 1-6)
Para contrarrestar esta lamentable situación, Pablo presentó a los corintios la poderosa realidad de la Unidad del cuerpo de Cristo, del cual todos los creyentes forman parte, teniendo a Cristo por cabeza. En este cuerpo todos los miembros son valiosos, independientemente de su nacionalidad, de su condición social o de sus dones espirituales, y todos pasan a formar parte de él de la misma manera: a través de la regeneración por el Espíritu Santo; el cual desempeña un papel fundamental en el funcionamiento del cuerpo como un todo, ya que es Él quien distribuye los dones y vela por su articulación.
Sin embargo, se espera de nosotros que cooperemos con el Espíritu, “bebiendo” de él (1 Corintios 12: 4-31). Y aquí fue donde fallaron los corintios. No basta con haber sido regenerados por el Espíritu: También necesitamos caminar en él (Gálatas 5:25), llenarnos de él (Efesios 5: 18- 21) y revelar su “fruto”, con características tan importantes para la unidad de los creyentes como el amor, la paz y la bondad. Al mismo tiempo, debemos evitar las “obras de la carne”, tan nefastas para la unidad, como las enemistades, las iras o las disensiones (Gálatas 5: 16-23).
Sólo así cumpliremos el deseo de Jesús: “que todos sean uno, como tú, Padre, lo eres en mí, y yo en ti; que también ellos sean uno, en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste” (Juan 17:21).
João Filipe Silva
Motivos de gratitud:
- Gracias porque, por Tu gracia, fuimos salvos, y mediante la regeneración del Espíritu Santo llegamos a pertenecer al cuerpo de Cristo.
- Gracias por los dones que el Espíritu Santo nos ha dado, para edificación de la iglesia.
Confesión:
- Perdónanos por todas las “obras de la carne” de las que somos culpables, que han sido dañinas para la unidad en el Espíritu.
Peticiones:
- Ayúdanos a ser entusiastas en el desarrollo de los dones que el Espíritu nos ha dado.
- Que podamos caminar en el Espíritu y ser llenos de Él, viviendo en una actitud de alabanza y agradecimiento ante Ti y sumisión mutua en nuestra relación con nuestros hermanos y hermanas en la fe (Efesios 5: 18-21).
- Danos la gracia de ser uno contigo y con nuestros hermanos y hermanas, tal como lo desea tu Hijo, para que aquellos que están perdidos se sientan atraídos hacia Él.