“Al día siguiente, Jesús decidió ir a la región de Galilea. Allí encontró a Felipe, que era de Betsaida, el pueblo donde vivían Andrés y Pedro. Jesús le dijo a Felipe: «Sígueme». Luego Felipe fue a buscar a Natanael, y le dijo: —Hemos encontrado a aquel de quien Moisés escribió en la Biblia, y del que también hablan los profetas. Es Jesús de Nazaret, el hijo de José”. Juan 1.43–45.
Como era la costumbre de los rabíes en aquellos días, Jesús intentó que los hombres y mujeres le siguieran, estuvieran a su lado, escuchándole, viendo su forma de vivir, de hablar, de servir, con el fin de que aprendieran de Él, y para que de este modo participaran de Su Misión.
El primer paso fue encontrarse con Él de una manera profunda, mediante una RELACIÓN SIGNIFICATIVA. Nadie puede ser discípulo por asistir a una iglesia, ni por herencia de los padres. Nos convertimos en discípulos de Cristo cuando tenemos una EXPERIENCIA CON AQUÉL QUE CAMBIA NUESTRAS VIDAS.
Observa en el texto bíblico que Felipe y Natanael tienen un encuentro diferente con Jesús. Felipe recibió un llamado directo de Jesús. El Salvador específicamente le buscó y le dijo: “Sígueme”. Natanael, por otra parte, necesitó más tiempo para convencerse, pues resistió el intento de Felipe de evangelizarlo e incluso se burló de la idea de que el Mesías procediera de Nazaret. Incluso cuando Natanael conoció a Jesús cuestionó la valoración que hizo Jesús sobre su carácter preguntándole: ¿de dónde me conoces? Felizmente pudo creer en Él.
Todo esto nos indica que no hay un modelo para recibir el llamado para seguir a Jesús. No hay palabras mágicas que tengamos que repetir, no hay un programa establecido de objetivos que tengamos que superar para considerarnos cristianos. La clave es RESPONDER A SU LLAMADO.
Pastor Elías Nofuentes