PERDÓN


«Pero David respondió a Abisay: no lo mates, porque no se puede atentar impunemente contra el ungido del Señor. Y añadió: ¡Vive Dios, que habrá de ser el Señor quien lo hiera, o cuando le llegue la hora de la muerte, o cuando caiga y perezca al entrar en combate! ¡El Señor me libre de atentar contra su ungido! Así que toma la lanza que está a su cabecera y la cantimplora, y vámonos.» (1ª Sam. 26:9-11) 

David tenía la oportunidad de poder matar a Saúl, quien le estaba persiguiendo procurando su muerte. Pero algo se lo impidió…¡Su temor a Dios! Supongo que sus emociones  estarían a flor de piel, ¡¡recordad que era víctima de una dura persecución por parte de Saúl quién quería matarle!! Sin embargo, a pesar de ello, su confianza y lealtad a su Señor fueron más fuertes que sus propios deseos humanos. ¡Decidió perdonarle la vida! ¡Le estaba perdonando aun sabiendo que podía terminar muerto en sus manos!

Espero que nunca tengamos que pelear este tipo de dilema tan grande en nuestras vidas. Pero lo cierto es que, más veces de las que nos gustaría, nos enfrentamos a algo similar en el transcurso de nuestro caminar por la vida. Muchas veces emitimos juicios condenatorios hacia otras personas, hacia nuestros propios hermanos en la fe, y en algunas ocasiones puede que tengamos (o pensamos tener) toda la razón del mundo para hacerlo. Piensa detenidamente, ¿alguna vez te ha sucedido?

Cuando me siento impulsada/o a rebajar a alguien por sus actitudes, debería tomar ejemplo de David con Saúl, que seguro más razones tendría para matarle que yo de condenar, juzgar, murmurar, criticar negativamente a otra persona. Imitemos a David para acercarnos al corazón de Dios dejando el juicio al Señor, hagamos lo correcto a sus ojos respetando la vida humana que él ha creado. Porque cuando no lo hacemos estamos destruyendo su creación, ¡tu hermano es creación y propiedad de Dios! ¡No lo lastimemos! Recordemos que, constantemente, somos perdonados por ese gran amor divino, y dejemos la justicia al Señor haciendo lo que Él nos ha mandado, perdonar, amar, ayudar, engrandecer al prójimo.

Cuidemos nuestra mente en estos tiempos en los cuales el confinamiento puede hacer que el enemigo ataque nuestras mentes y estemos más sensibles a la crítica, la susceptibilidad, la falta de paciencia, la irascibilidad, etc. Refugiémonos en Dios, apliquemos la Palabra y llenemos nuestras mentes de lo reflejado en Filipenses 4:8 «Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad.»

Genoveva Alberola

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

logo