LA BÚSQUEDA DEL GOZO PERDIDO


“Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. … Humillaos delante del Señor, y él os exaltará” (Santiago 4: 7, 8a, 10)

¿Recuerdas la última vez que perdiste algo importante? Estabas seguro de que lo habías dejado aquí…, hasta hace poco lo has visto…, pero ahora que lo necesitas no lo encuentras. Te empieza a subir la adrenalina… “¿Dónde lo habré puesto?” Te vuelves loco buscando, te pones nervioso, piensas: “¿por qué no lo habré guardado donde tocaba?” Y ya empiezas a echarle la culpa a todos, a tu esposa/o (“¡es que claro… como lo guarda todo, lo remueve y se pierde!”) …Te pones fatal, y al final… en el mejor de los casos lo encuentras. Estaba debajo de un montón de papeles o cosas que se habían ido acumulando encima y te impedían verlo.

¿No nos pasará lo mismo con nuestra relación con Dios? ¿No dejaremos que se acumulen sobre ella todas nuestras preocupaciones, trabajos, cansancio, hasta que al final se pierda, y no podamos llegar a percibir su presencia en nuestras vidas, y no sintamos este gozo tan especial que emana de la cercanía de nuestro Señor?

Santiago nos da unos requisitos principales para no caer en esta trampa que el enemigo coloca delante de nosotros a lo largo de nuestra vida, nos manda acercarnos a Dios(v.8). ¿Cómo? Creyendo que él sigue allí a nuestro lado, aunque lo hayas perdido de vista no se ha ido, ¡búscalo debajo de todas las cosas que has priorizado antes que Él!, bien sean preocupaciones, placeres, trabajos, personas, …etc. (cada uno tiene lo suyo), fija tu vista en la dirección adecuada, en la cruz, en el reino de Dios, y lo volverás a encontrar. Tal como hiciste con eso que habías extraviado, ponte manos a la obra para la búsqueda, orando, y meditando en su Palabra. No te dejes vencer por la desilusión que es un obstáculo más para el encuentro, eso es el trabajo de nuestro enemigo el diablo que se encargará de hacernos perder la paciencia, de derivar la culpa en nuestra búsqueda, de desanimarnos y poner cualquier tropiezo para que abandonemos.

Asimismo, Santiago nos manda someternos a Dios. Otro “¿cómo?” Para ello nos tenemos que dirigir al camino del amor; el sometimiento a Dios pasa por el amor a Dios, es decir que el amor a Dios no existe sin sometimiento a su voluntad (leer Juan. 14:15 y Juan. 14: 21a). Puede parecer una paradoja de que la plenitud del ser humano sólo pueda ser alcanzada a través de la negación de lo que constituye este ser mismo, es decir a través de la negación del Yo (v.9: humillaos delante del Señor, y él os exaltará) pero es así, para amarle deberemos desprendernos de nuestro egocentrismo y rendirnos a su pies, humillarnos delante de Él.

Finalmente, el apóstol nos manda resistir al enemigo, y allí llega el tercer “¿cómo?”. Ahora que hemos dado ciertos pasos para encontrar a Dios debajo de tantas justificaciones nuestras, el diablo está rabiando por nuestros adelantos, no puede soportar que alcancemos esta plenitud de vida. No menospreciemos sus sutilezas y no nos pensemos muy fuertes (cf. 1ª Cor. 10:12). El camino reside en someterse a Dios tal como hizo Jesús en el desierto (Lc. 4: 1-13), se enfrentó al diablo por medio de la búsqueda de Dios, por medio de su sometimiento a Él, por medio de su amor al Padre, por medio de su conocimiento de la Palabra de Dios y de su poder. Y esto también está a nuestro alcance.

REFLEXIÓN:

  • ¿Has llegado a perder de vista a Jesús? ¿Se ha quedado atrapado debajo de tus preocupaciones y/o quehaceres? Pon en práctica los pasos anteriores y búscalo de nuevo, aparta estas cosas para darle prioridad a Él y vuelve a su encuentro.

Genoveva Alberola

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

logo