“Conclusión del discurso: todo está dicho. Respeta a Dios y guarda sus mandamientos, pues en eso consiste ser persona. Porque Dios juzgará toda acción, incluso las ocultas, sean buenas o malas” (Eclesiastés. 12:13-14)
Cuando Salomón inicia su libro de Eclesiastés, señala aquello que le lleva a escribirlo: “me he entregado a buscar y a investigar con sabiduría todo cuanto se hace bajo el cielo…”Y cuando lo finaliza expone su conclusión global, que es el texto que encabeza este escrito. En esa conclusión, el predicador nos da dos consejos muy necesarios en nuestros días: Respeta a Dios (teme a Dios, u honra a Dios dirían otras versiones), y guarda sus mandamientos.
Diría que es un consejo que va dirigido a toda persona, no sólo a los creyentes. Hay personas que han caído en una especie de endiosamiento y ni temen ni honran a Dios, y por lo tanto tampoco se plantean guardar sus mandamientos. Éstos, actúan bajo la convicción de que nunca darán cuenta a nadie de sus actos, y su status de poder les permite tomar decisiones que causan un daño infinito a otras personas que sí sufren las consecuencias de dichas decisiones. Tristemente ignoran lo que se les avecina, que un día Dios juzgará toda acción, incluso las cometidas ocultamente, y saldrán a la luz.
Pero mal haríamos en dejar la reflexión ahí, en las altas esferas de los que toman esas grandes decisiones. Hemos de acercar dicha reflexión a nuestra propia realidad, aunque la consideremos insignificante, y plantearnos a nosotros mismos cuál es nuestra actitud hacia Dios ¿Le honramos con lo que somos y lo que hacemos? ¿velamos por llevar a cabo el mayor de los mandamientos que nos impele a amarle a Él por encima de todo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos? No olvidemos que eso es el todo del ser humano. Vivamos enfocados hacia esa realidad, porque realmente merece la pena. Todo es vana ilusión y querer atrapar el viento cuando no tenemos en cuenta a Dios.
Elías Nofuentes