EL REGALO DEL SACERDOTE Y DEL SACERDOCIO


“Porque he aquí, yo he tomado a vuestros hermanos los levitas de entre los hijos de Israel, dados a vosotros en don de Jehová, para que sirvan en el ministerio del tabernáculo de reunión. Mas tú y tus hijos contigo guardaréis vuestro sacerdocio en todo lo relacionado con el altar, y del velo adentro, y ministraréis. Yo os he dado en don el servicio de vuestro sacerdocio;” (Números 18: 6-7)

Cuando ofrecemos un regalo a una persona nos gusta que lo aprecie, lo respete, lo cuide, lo ponga en un lugar importante en su vida o en su casa, ¿verdad que sí? Porque el regalo ha sido obsequiado con ilusión, con amor y cariño, ha sido pensado para hacer feliz a la otra persona, para que ella pueda disfrutar de él. También tiene otra vertiente, cuando uno mira al regalo piensa en quién se lo ha entregado.

Por medio de los versículos anteriores vemos que los líderes espirituales que nos sirven nos son dados por Dios, son un regalo de Jehová para nuestras vidas. Él los elige con sumo cuidado, tal como hacemos al regalar algo a otro, los elige con ilusión, con esperanza de que sus vidas vayan a llenar las vidas de quiénes los rodean.

Al igual que hacemos con un regalo terrenal debemos cuidar los regalos de vidas humanas que nos da Dios y que son nuestros líderes espirituales. Tenemos que cuidarlos, mimarlos, no criticarlos ni murmurar en contra de ellos, recordemos que son regalos de Jehová para nosotros. Cuando los miremos nos acordamos de nuestro padre celestial que cuida tanto de sus hijos, y podemos darle gracias por estos regalos tan preciosos elegidos para nosotros.

En cuanto a los que sirven, en cualquier área, el servicio lo da Dios, realmente no es elección nuestra, está dentro del plan de Dios, Él nos da la función y  el área de servicio a los demás, es decir nos da nuestro ministerio, y nos lo da como “servicio y obsequio”, para servir y como regalo para los que se benefician de ello. Por lo que tenemos que ver nuestros ministerios como regalos que hacemos a nuestros semejantes. Y recordamos que los regalos los hacemos con gusto y agrado, eso es lo que agrada al Señor que se regocija al habernos hecho un regalo que usamos con alegría y beneficio ajeno.

Somos los sacerdotes del Dios altísimo (1ª Pedro 2:9)

Genoveva Alberola

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