Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero y será prosperada en aquello para lo cual la envié.
Isaías 55:10-11
¿Importa lo que creemos? Sí, porque lo que creemos afecta todos los aspectos de nuestra vida. A menos que entendamos nuestras convicciones y por qué las aceptamos, vacilaremos en nuestra fe y representaremos mal a Jesucristo. El problema es que la mayoría de las personas solo tienen una idea vaga de lo que creen. Es sabio considerar las creencias que rigen nuestro pensamiento y estilo de vida.
Empecemos con la Biblia, la revelación de Dios acerca de sí mismo. Cada parte de la Biblia es “inspirada por Dios” (2 Ti 3.16). Esto significa que el Señor eligió a ciertas personas para transmitir mensajes específicos en momentos particulares de la historia. Luego ejerció su soberanía sobre todas las ideas y recuerdos incluidos en el texto, y los autores humanos no pudieron desviar su propósito.
A la luz del hecho de que personas estuvieron involucradas en el proceso de escritura de la Biblia, es comprensible que algunos cuestionen su confiabilidad. Sin embargo, este notable libro es perfectamente confiable y preciso porque Dios estaba hablando y supervisando. También se aseguró de que hubiera pruebas sustanciales. Sin duda habrás escuchado hablar del descubrimiento de numerosos pergaminos antiguos; a pesar de su edad, nada en ellos ha contradicho la confiabilidad o exactitud de las Sagradas Escrituras.
Cuando cojas una Biblia, sé consciente de lo que tienes en tu mano. No es solo tinta sobre papel: es la Palabra viva de Dios, que Él con amor dio a la humanidad para que podamos cultivar una relación con Él.
Mi devocional