25 días con un mismo Espíritu
¿Por qué la pérdida de amor es tan seria? ¿Por qué angustia a Dios tan profundamente? ¿Por qué es su amenaza de juicio tan severa? ¿Por qué es algo de vida o muerte para una iglesia? Las respuestas se encuentran en Cristo mismo y en aquellos que Él eligió para que fuesen sus apóstoles.
Primero, Jesucristo nos dice que “el primer y grande mandamiento” es amar a Dios completamente, totalmente, sin reservas, con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente (Mateo 22:37–38; Marcos 12:28–34).
Segundo, Jesucristo nos dice que el segundo gran mandamiento es como el primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Mateo 22:39). Jesús hace del amor por Dios y el amor por el prójimo compañeros inseparables.
Tercero, ser un verdadero discípulo requiere el negarse a sí mismo y amar a Dios más que a nadie:
«El que ama a padre o madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a hijo o hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y sigue en pos de mí, no es digno de mí.» (Mateo 10:37–38)
Cuarto, Jesucristo nos dejó un nuevo mandamiento:
«Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros. En esto conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros.» (Juan 13:34–35)
Jesucristo nos demostró su propio ejemplo de amor sacrificándose a sí mismo como un modelo a seguir para cumplir este nuevo mandamiento. Además, Él enseñó que por nuestro amor los demás nos reconocerán como sus discípulos. De hecho el amor “tiene que ser la marca que nos distingue como seguidores de Cristo”.
Antonio Calero