Ahora bien, en el día de la fiesta les soltaba un preso, cualquiera que pidiesen. Marcos 15.6
Antes de escuchar las siete palabras de Jesús desde la cruz, necesitamos conocer un panorama general de sus sufrimientos y su muerte, comenzando con la historia de Barrabás y de Simón de Cirene, para continuar con la crucifixión, la muerte y el entierro de Jesús.
No sabemos nada sobre Barrabás aparte de lo que leemos en los Evangelios. Pero los cuatro evangelistas nos dicen algo sobre él. Integrando las diversas evidencias, aprendemos que se trataba de un notorio criminal y preso político. Había tomado parte recientemente en una insurrección en la ciudad y era a la vez un ladrón y un criminal. En nuestros términos, era un terrorista que estaba sentenciado a muerte y en espera de su ejecución.
Los cuatro evangelistas también nos hablan de la costumbre del gobernador de otorgar una amnistía durante la Pascua y liberar al preso que la gente eligiera. Pilato vio en esta tradición una oportunidad para escapar de su dilema personal. Sugirió a la multitud que eligiera a Jesús. Pero para su consternación eligieron en cambio a Barrabás, y de esa manera frustraron su plan.
Es difícil imaginar la incredulidad que habrá sentido Barrabás cuando la puerta de su celda se abrió de par en par y fue llamado, no para su ejecución sino para su liberación. Seguramente salió tropezando, aturdido por la luz brillante de un día primaveral. No solo fue liberado, sino que, en un sentido, fue redimido.
Quizás Barrabás haya sentido lo anormal de su situación (como lo sentimos nosotros). El que había dado la vista a los ciegos y había puesto sus manos sobre los niñitos para bendecirlos estaba por ser crucificado, mientras que el rufián que merecía su condena quedaba impune. El apóstol Pedro se refirió a este curso desordenado en el segundo sermón que predicó a la multitud en Jerusalén. Habían matado al autor de la vida, les dijo, y en cambio habían pedido que se pusiera en libertad a un asesino (Hechos 3.14–15).
Los cristianos vemos algo más que anomalía en la historia de Barrabás; también vemos una parábola de nuestra redención. Cada uno de nosotros se parece a Barrabás. Como él merecemos la muerte. Pero como él, hemos escapado de la muerte porque Jesús murió en nuestro lugar. Si la curiosidad acercó a Barrabás al Calvario (aunque en esto solo estoy especulando), quizás haya visto morir a Jesús y se haya dicho a sí mismo: ‘Está muriendo en mi lugar’. Quizás esa visión lo haya conmovido, ablandado y redimido.
Para continuar leyendo: Marcos 15.6–15